AFORISMOS: DOS ANTOLOGÍAS A PASO LIGERO
El creador-lector de aforismos que, como he escrito en un anterior post, suele equivaler a casi todos los que se acercan al género, tiende a apuntar y coleccionar las creaciones ajenas que más le han llegado, para retomarlas en otro momento, hacerlas textos de cabecera o simplemente coleccionarlas como la huella fósil de una lectura.
Y algunos de ellos suman a la doble faceta de creador-lector una tercera también doble, la de compilador-crítico, y reúnen en libro aforismos de muy diversa procedencia y autoría, incluso algunos textos que no nacieron como tal, pero que el compilador considera que tienen, una vez espigados, un valor aforístico, como las frases afortunadas de Max Aub o María Zambrano.
En unos casos se hacen selecciones de un único autor, como las excelentes antologías que se han hecho de aforismos dispersos de Juan Ramón Jiménez, Rafael Pérez Estrada o José Bergamín; en otros, se plantean como un panorama-abanico de diversos autores y tendencias, con un texto introductorio amplio que hilvana y pone orden a esa dispersión, mezclando la teoría con la reivindicación cronológica; sincronía y diacronía del aforismo. En este sentido, dos títulos me parecen especialmente recomendables: Fuegos de palabras. El aforismo poético español de los siglos XX y XXI (1900-2014) de Carmen Camacho, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2018, y Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (siglos XX y XXI) de José Luis Morante, Sevilla: La isla de Siltolá, 2024.
El libro de Carmen Camacho trata de establecer un abanico muy amplio y variado, en el que se exprimen casi todas las formas en que puede utilizarse un aforismo, sin que se atreva a llamarlo género, sino que habla más bien de un “estado aforístico”. Y en su antología prima el aforismo de corte poético (la “razón poética”, que diría María Zambrano), en detrimento de los aforismos morales (las máximas) y los filosóficos (los de pensamiento puro y duro). No es que los aforismos seleccionados prescindan de lo moral ni del pensamiento, sino que, como dice Camacho, se puede pensar más allá de la mente, con la mirada u otros sentidos. Una frase como “Se alquila piso” no sería un aforismo porque no es una revelación, no eleva ninguno de los sentidos y no tiene aparejado un pensamiento poético, aunque sí cumpla el criterio de la concisión. El libro es un cajón de sastre, una mezcolanza deliberada de individualidades, unificadas por lo lúdico, la palabra encendiendo como un fósforo. Tan variado es su abanico de propuestas como las visiones de los autores antologados sobre el aforismo, que incluso para distinguirse de otros intentos ajenos bautizan a sus creaciones con un nombre de género particular: greguería, minimás, aerolitos, sofismas…
El libro de Morante, que ya en 2020
había antologado a 11 aforistas actuales, tiene una nómina menor, más
representativa, tratando de situar a los autores, más allá de la independencia
creativa de cada escritor, en unas determinadas coordenadas estéticas y
temporales, con tres épocas históricas: la que une la generación del 98 con la
del 27, la de la Dictadura y la de la democracia con 25 años repartidos en cada
siglo. Morante, además, refuerza su visión sincrónica en el estudio preliminar
con un recorrido histórico del aforismo desde las primeras civilizaciones,
deteniéndose en sus manifestaciones españolas, con un apunte a los creadores
hispanoamericanos, examinando luego cada uno de los autores antologados desde
referentes y fundadores del aforismo poético como Ramón Gómez de la Serna, José
Bergamín y Juan Ramón Jiménez a cultivadores vivos como Dionisia García, Ramón
Eder, Juan Varo Zafra o Erika Martínez. Habla del aforismo de un “género
renacido”, primero porque no nace de la nada (hay por lo menos un Baltasar
Gracián como referente muy anterior al siglo XX) y segundo porque ya se
considera renacido en la época de Unamuno o de Juan Ramón Jiménez, que no son
llamados por Morante como precursores, ni antecedentes, ni nada por el estilo,
sino creadores conscientes y prolíficos de aforismos, una forma breve de la
literatura que en palabras de otros estudiosos y compiladores pareciera haber
nacido hace una década.
Por modestia, ni Camacho ni Morante
se antologan a sí mismos. Ni entre ellos. Coinciden también en no antologar a
uno de los indiscutibles cultivadores del género en el ámbito científico, Jorge
Wagensberg, cuyos aforismos no están exentos de poesía, ingenio y humor, y el
único aforista que tiene el mérito de haber puesto uno de sus aforismos en
práctica: “Prohibido no tocar” es una realidad para los visitantes de sus
museos. Pero, como suele decirse en estos casos, son todos los que están, y son
dos referencias muy válidas y variadas para que el aforismo español quede muy
bien representado en nuestros estantes. No son las únicas antologías pero sí
son dos polos algo opuestos de cómo encarar este tipo de selecciones, dentro
ambas del ámbito hispánico.



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