Y a ti te encontré en la calle
En muchos puntos de las ciudades hay lugares establecidos para la recogida de libros y otros sitios para su intercambio. Quien tira un libro al contenedor ha de saber que su destino más probable sea un carro de cartón y que será humedecido adecuadamente junto con el resto de cartones y papeles para que pese más y se convierta en más dinero. Quien lo tira en la calle lo llena de desprecio y cuando uno lo tiene en las manos siente su recelo, su desconfianza ante el trato que vaya a dispensarle el nuevo dueño.
En ese contexto adquirí en su día una edición ilustrada del Ramayana y el Mahabharata, poemas épicos de la antigua literatura india. Y así supe, muy cerca del Taller de Músics en el Raval de Barcelona, lugar donde lo encontré, que existió un poeta llamado Valmiki, quien descubrió un buen día que estaba hablando en verso, así como siglos después un personaje de Molière se dio cuenta de que estaba hablando en prosa:
"Mientras, sumido en estos pensamientos, contemplaba el cielo, pudo ver una pareja de avecillas posadas en la rama de un árbol, que dialogaban con sus trinos. De pronto el macho cayó mortalmente herido por una flecha que le disparó un cazador y fue a parar a los pies del piadoso Valmiki, manchado con su propia sangre.
El poeta, profundamente conmovido por el dolor que debía sentir la hembra del animal al verse abandonada, involuntariamente pronunció palabras en que lamentaba aquella muerte, y las acompañó de amenazas contra el matador. Después, cosa extraña, el propio Valmiki se dio cuenta de que su frase no había brotado de sus labios en prosa sino en verso. De su boca había salido una corriente de poesía, en un ritmo desconocido hasta entonces. Y cuando, meditando sobre ello, regresaba a su cabaña de ermitaño, se le apareció Brahma y le anunció que, sin querer, había creado el verso perfecto, el sloka; la deidad le mandó componer en aquella medida el divino poema de la vida y hazañas de Roma." (Ramayana y Mahabharata, Clásicos Cadete, Editorial Mateu, Barcelona, 1958, pág. 24, traducción de R. Ballester Escalas).
Las historias que cuenta el Ramayana no son tan diferentes a las de otras mitologías y otras épicas. El reciclaje de historias, motivos, metáforas y técnicas fue habitual durante muchos siglos en la historia de las literaturas e incluso algo bien visto y obligatorio. La mezcla y aprovechamiento de fuentes fue el motor principal de la gran literatura hasta que alguien quiso encumbrar la originalidad y de ahí a los derechos de autor, muy útil para cobrar pequeñas cantidades de dinero, pero en el fondo medianamente instalado en la falsedad.
Por muy creativo que sea o quiera ser un texto, toda literatura parte en su cocina de unas lecturas previas y su reciclaje en mayor o menor grado, con la mezcla, transformación, recreación… Toda literatura es un plagio controlado. A veces, eso sí, te cae un pájaro muerto a los pies o se te aparece Brahma.



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